sábado, 7 de mayo de 2011

Cuando alguien se va, para siempre ...

Hace tiempo que no escribo, no es por nada grave sino que a veces me siento apática y con pocas ganas de recordar todo lo que estoy viviendo.
Pero hoy me he decidido a hacerlo, y eso que no es un buen día para los que luchamos contra esta enfermedad. Me he levantado con el fallecimiento de Severiano Ballesteros, y no he podido evitar que se me encoja el corazón. Después de dos años largos poniéndole valor, luchando contra lo inevitable, la batalla ha conseguido ganarle. Y no es solo él, son muchos (la gran mayoría anónimos) los que van dejando su hueco por el camino. Cada vez que uno de ellos nos abandona, va quedando un hueco que no debemos olvidar. Tenemos que mantenerlos en nuestra memoria e incluso hablar de ellos, sean familiares o amigos, porque una persona solamente muere de verdad cuando deja de recordársele y de nombrársele.
Durante estos últimos seis meses (buf como pasa el tiempo) he pasado por varios altibajos, y quizás estas últimas semanas han sido más bajos que altos. A pesar de mis esfuerzos por ver la botella medio llena es inevitable verla en ocasiones medio vacía, porque los miedos no me dejan descansar. Siempre he dicho que no me importa sufrir o pasarlo mal una temporada si es por un buen fin, pero a veces me pregunto ¿mi fin será el esperado, podré vencer de nuevo a mi gran enemigo?.
En el fondo de mi corazón espero que si, pienso que la vida me ha dado una nueva oportunidad para demostrarle que quiero vivir. Tengo muchos proyectos por delante, muchas ilusiones, tanta gente a mi lado que me quiere que no quiero dejarles plantados. Pero hay otro lado que se encarga de recordarme que no siempre uno consigue lo que quiere, que hay muchos compañeros con mis mismas ilusiones y todo ha sido truncado por el gran enemigo.
Ahora ya me encuentro mejor, no se de donde pero las fuerzas han vuelto a mi lado. Imagino que influyó bastante la quimio, que me dejó más baja de moral. Me propuse sonreir cada día al levantarme y al acostarme, en pensar en cosas agradables, en mi futuro tesoro oriental, en mis amigos, en mi familia, en mi marido... Todas y cada una de estas personas están siendo las que me van sacando de mis pequeñas caidas, aunque muchas veces no lo saben están tirando de mi.
Hoy en especial para todos los que se han ido durante esa lucha, y para los que seguimos días tras día nuestra particular batalla. Esta canción me emocionó enormemente y hoy me he acordado de ella, habitación 407 de Amaia Montero escrita por ella para su padre fallecido de cáncer.

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