jueves, 25 de noviembre de 2010

Febrero de 2005.

En esa fecha me detectaron un cáncer de ovario, hacía escasamente dos meses que me habían dado el alta por un legrado. Pensé no acudir a la cita y posponerla para más tarde, pero como buscábamos quedarme embarazada pués fuí a la revisión.
Al hacerme la ecografía me detectaron un quiste, a primera vista no parecía nada grave. Me recetaron anticonceptivos para intentar que desapareciera, el tratamiento era para tres meses. Cuando volví a la consulta no sólo seguía ahí, sino que la cara de mi ginecólogo me decía que algo no iba bién. Decidió operarme en poco tiempo, me hice analíticas para ver los marcadores tumorales, el preoperatorio y a quirófano.
Cuando recogimos los resultados de la biopsia, ésta no dió lugar a dudas: carcinoma de ovario.
A partir de ese momento el mundo se me vino abajo, no sabíamos el estadillo, ni como terminaría todo. Nuestras vidas dieron un giro de 360º, estábamos pensando en tener un hijo y de momento tenían que hacerme una histerectomía. Prácticamente no me dieron opción a decidir poder quedarme embarazada primero, era algo que no debía plantearme.
Empezaron las pruebas para ver si había algún órgano más afectado, por suerte todo iba saliendo bién. En octubre de ese mismo año pasé por quirófano: histerectomía, anexectomía de ovarios, ganglios ... La alegría fué al recibir la biopsia, todo estaba limpio. El estadillo fué 1a, el más bajito de todos.
Todos los médicos que me vieron, y me han seguido viendo durante este tiempo me han recordado la suerte que tuve de que la detección fuera tan temprana. Normalmente éste es un tipo de cáncer que no avisa, los síntomas se pueden confundir con problemas estomacales.
A partir de ahí han sido cinco años de pruebas, reconocimiento, análisis, miedos y más miedos. Hasta el  pasado 11 de noviembre, día en el que supuestamente todo había acabado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario